Creo que ya he agotado todo lo que me fue sucediendo durante el embarazo, por eso pienso que ha llegado el momento de que os cuente como fue el final.
Para empezar he de decir que cosas técnicas no voy a contar muchas, que cada parto es un mundo y que cada una cuenta las cosas como le van, pero seguramente a quien me lea le va a servir más bien de poco.
Para las partes técnicas recomiendo la lectura de cualquier libro especialista en el tema o pinchar aquí en el siguiente enlace y nuestra amiga la wikipedia os contará las cosas más técnicas (http://es.wikipedia.org/wiki/Parto)-
Ahora ya, empezaré con mi propia experiencia…
En la primera visita que tuve con la matrona, cuando me preguntó la fecha de mi última regla, y con (lo que yo pensaba que era un circulito mágico) me predijo la fecha del parto, ella lo llamó «fecha probable de parto» y era justo el día que cumpliría 40 semanas.
El 19 de junio de 2012, me dijo. Lo que no me contó es que solo un 5% de bebés nacen ese día, de hecho yo creo que ese 5% han de ser niños perfeccionistas o algo, porque lo normal es, o que se retrase o que se adelante, ¡que no hay que ser pedante o tan obediente y nacer ese día! De todas maneras, lo que todas queremos es que si el bebé es de grandes dimensiones se adelante un poquito, y sino puestos a pedir, que se nos retrase lo máximo, pues según todos los estudios los bebés nacen más sonrosados y dicen que hasta espabilados, ya que donde mejor están, si todo va bien, es en nuestra barriga.
En mi caso y sabiendo que nacería probablemente a mediados de junio, fui a la obstetra y me dijo «la niña está encajada (osea que se había dado la vuelta y estaba colocada para su salida a escena) según las medidas, viene grande y su peso estimado es de 3,700kg».
Que fuera grande era normal, puesto que ni su papá ni yo somos pequeños, pero al estar encajada y con esa información pensé, «igual se adelanta». Se lo dijimos a nuestros amigos y familia, y empezaron las apuestas.
Todo esto, el calor que empezó a hacer (pues en valencia normalmente el verano es caluroso, pero para mi que este año se adelantaron las altas temperaturas) mi estado de gestación avanzadísimo, que aún te hace tener mucho más calor que el real, las ganas de ver a la niña y tenerla en mis brazos, y que poner un pie en el suelo hacía que se me hincharan los tobillos con muchísima facilidad (la retención de liquídos) me hizo desear que la niña no tardara demasiado, es más ¡si se adelantaba mejor!.
Durante estas semanas (estoy hablando del periodo comprendido entre la semana 38 y la 42) cogí la baja, pues todo el cuerpo me dolía y empezaron también unas contracciones, que no son las del parto, que dicen que no duelen, pero en eso puedo discrepar, y que sólo hacen que prepararnos para el día D, son las contracciones de Braxton Hicks.
Así que con mucha menos energía de la que había disfrutado en el segundo trimestre del embarazo y con muchas preocupaciones, sobre todo porque por mucho que preguntara como sería el proceso no lo había vivido nunca, y eso me daba miedo, y otras preocupaciones, ya relacionadas con el momento que se produciría después, me dediqué a esperar… y a esperar… y a esperar…
Pues como habréis adivinado no solo no nació el día de la fecha improbable del parto, ni se adelantó, sino que se quedó unas cuantas semanas más (hasta la 42).
A partir del día 19 de junio, cuando ya estás de 40 semanas tienes citas con el hospital de día para ver si tienes contracciones y como está el líquido de la placenta y tu bebé. Pues si el proceso de parto no comienza, pero el bebé corre algún peligro, te provocan el parto y punto. Pero si todo va bien y no hay movimientos (como fue mi caso) llega un día en el que te dicen que acudas al hospital y como mucho en dos días tienes a tu bebé en tus brazos. 290 días de embarazo para ser exactos o 42 semanas.
Y así nos encaminamos al hospital un jueves 28 de junio con nuestra mochila para estar en el paritorio (ver la anterior entrada) y la maleta para la estancia en el hospital, que se quedaría en el maletero hasta que nos subieran a la habitación.
Como anécdota os contaré, que mi coche, precioso y con 2 añitos de edad, a la salida del pueblo dirección «Hospital la Fe» se quedó sin batería y se bloqueó totalmente, así que llamamos a la policía local y muy amablemente se hicieron cargo del coche, que venía la grúa a por él, y mi padre nos llevó hasta el coche de Moisés y con él, ya por fin, llegamos al hospital.
Allí me exploraron, me colocaron una vía, vieron que «estaba muy verde» vamos que aún estaba todo el cuello del útero y nada de dilatación, y me ingresaron en la sala de dilatación.
En esa sala me pusieron una especie de tampón pequeño de progesterona (hormona necesaria para empezar la dilatación) me enchufaron los monitores, y me dijeron: «paciencia, hoy no creemos que pase nada, así que si necesitas algo, avisa»
Y así fue, pasamos el día leyendo, hablando, jugando a las cartas y del momento del parto ¡nada! Así que me dieron una habitación para cenar, intentar dormir y a la mañana siguiente ya me bajarían al paritorio para que si o si, ese día naciera nuestra pequeña.
La bajada al paritorio fue el día 29 de junio a las 8:00h, con la suerte que de matrona me pudo atender la madre de una compañera del cole y vecina de mi iaia de toda la vida, así que estuvimos mejor que quisimos.
Nada más bajarme empezaron a rellenar papeles, para la niña y para empezar lo que se llama «plan del parto», donde contemplan cosas como, si quieres una lavativa o si querrás la epidural cuando sea el momento propicio para administrarla.
A mi la matrona me dijo que no me lo pensara, que el parto iba a ser lento y si decía que no a la epidura,l seguro, sufriría mucho y no era necesario, yo de todas maneras tenía claro que la epidural la iba a querer, pues el dolor no es algo que lleve bien.
Así que oxitocina a tope (la hormona que provoca las contracciones) muchas horas, 17, y después de un día muy duro con dolor, que se fue después de la epidural. A las 00:45h del dia 30 de junio, por fin, ¡tuve a mi pequeña encima de mi!.
Como fue un parto instrumentalizado (usaron las palas para abrir más y que saliera la niña) en el momento de la expulsión estuve sola en el paritorio con unos cuantos médicos, pediatras y otra gente con batas que entró para ayudar.
Pero Moisés se tuvo que salir y entró enseguida para conocer a nuestra pequeña.
Por mi parte hoy lo pienso y solo puedo recordar esa gran sensación de tener a mi niña conmigo, era la cosa más bonita que había visto jamás, y sentí la mayor emoción de mi vida. Sensación que volví a sentir minutos después, cuando por fin la pudo coger su papá.
Y es que a partir de ese momento comenzaría a ser lo que dice el título de este blog, una MADRE NOVATA, con muchas cosas que aprender y vivir.